¿No os ha pasado alguna vez entrar en un sitio y que el olor os transportase directamente a una imagen concreta? A mí me suele pasar a menudo y uno de los olores que más hace volar mi imaginación es el olor a lavanda. Siempre que entro en alguna tienda de jabones o de fragancias donde la esencia dominante es la lavanda inmediatamente me imagino en un campo de color liláceo, con los ojos cerrados, los brazos abiertos y la cabeza hacia atrás respirando profundamente el aroma de esta flor. Me gusta por su aroma pero también por su sencillez, su simplicidad y su aire silvestre. Me parece perfecta para adornar una boda campestre, de hecho en mi boda estuvo presente ya que fue una de las flores elegidas, junto a las peonías. Las sillas de la ceremonia las adornamos con pequeños ramitos de lavanda sujetos con rafia, también la pusimos en la mesa presidencial del banquete e incluso en los baños y los niños llevaron los anillos en una cajita de yute bordada con una flor de lavanda. Para el ramo de novia ganó la batalla la peonía pero me quedé con las ganas de lucir un segundo ramo de lavanda, ¿por qué no? Si ahora está tan de moda llevar un segundo vestido de novia, también puede suceder con el ramo, ¿no os parece? Si vuestra boda va a tener un toque rústico y natural, os recomiendo un bouquet de lavanda. Podéis inspiraros en los ejemplos que hoy os traigo, mi recomendación personal es ‘cuanto más sencillo más bonito’ y la lavanda es una clara muestra de la belleza de la simplicidad. Espero que os guste.
Fotografía: Marie Labbancz, TM Photography, Samm Blake