El azul, un color que no puede faltar en ninguna boda. Una costumbre que se origina en el antiguo Israel, donde las novias llevaban una banda azul que simbolizaba pureza, amor y fidelidad. Hoy día, la costumbre se limita a llevar simplemente algo de ese color, puede ser una cinta, unos zapatos, un lazo… pero el significado sigue siendo el mismo, fidelidad y amor duradero. El azul es el protagonista de la inspiración de hoy, que se centra en los colores del mar y el cielo pero con tonalidades empolvadas que recuerdan el estilo chic afrancesado de la época renacentista. Un estilo rústico pero glamuroso que combina elementos naturales con otros más sofisticados. El espacio elegido es el edificio central de una antigua cantera de mármol rosa, un entorno en el que destacan sus grandes ventanales con cuarterones de cristal y las puertas antiguas europeas junto a sillas francesas restauradas que dan solemnidad a la mesa, compuesta por una base de madera envejecida. Sobre ella se ha dispuesto una vajilla de estampado cerámico y ribetes dorados a juego con la cristalería y los cubiertos de la misma tonalidad, me gusta especialmente el detalle de presentar los cubiertos con una pieza de gasa azul que combina con la decoración central, un largo camino de mesa en tono azul empolvado sobre el que descansan varios candelabros de cristal transparente con velas blancas alargadas arropando un gran centro de mesa adornado con hortensias azules, pequeñas rosas y ramas de eucalipto. La novia, de aspecto etéreo, parece como sacada de un sueño o una ilusión, su ramo mantiene la esencia de la decoración floral central y destaca especialmente la cinta de terciopelo azul que lo sujeta, una idea preciosa para ese ‘algo azul…’ del que hablábamos al principio.
Fotografía: JoPhoto