Desde siempre me han gustado las bañeras antiguas, las clásicas de porcelana blanca con cuatro patas y formas redondeadas. Las pondría por todas partes, en la entrada de casa a modo de bienvenida junto a unos marcos sin láminas, como parterre con variedad de plantas y flores decorando el jardín, de improvisada nevera con refrescos y cubitos de hielo en su interior y, por supuesto, como elemento fundamental y protagonista de mi cuarto de baño (siempre me he imaginado rodeada de sales aromáticas y velitas dentro de una de ellas). Ahora, con la exaltación de todo lo retro y de la decoración vintage, también se han puesto de moda en las bodas. La verdad es que es una excusa perfecta para conseguir una de estas maravillas. Su uso más frecuente es emplearla como barra o nevera de bebidas frías pero también podéis incorporarla como decoración o atrezzo e incluso como ‘gag’ divertido o romántico en vuestro reportaje fotográfico. Probad a meteros junto a vuestras damas de honor o testigos con vuestras mejores galas y todo el sentido del humor, seguro que os divertiréis muchísimo poniendo mil y una posturas. La verdad es que si lo pensáis bien es un elemento precioso, útil y original que una vez acabada la boda podéis reutilizar como queráis. Hay incluso quien va más allá y ha llegado a convertir una de estas bañeras en improvisados sillones de diseño, es tan fácil como partirla por la mitad, ponerle dos patas más y un cómodo cojín y en un plis-plas ya tienes montada una zona de chill-out. Alguien se atreve?
Fotografía: Powerhouse Studios, Lisa O’Dwyer, Troy Grover, lydia Photography, Lyndsay London, Welovepictures, Town & Country event rentals, Karen Seifert, Laura Downs, The pink book, Elizabeth Messina