Cerremos los ojos y hagamos un retroceso en el tiempo, nos teletransportamos a los años 70, cuando la mayoría de nuestros padres probablemente emigraron del campo a la ciudad en busca de un futuro mejor y cambiaron los verdes prados por grises tejados de uralita, fábricas llenas de gente con uniforme oscuro y movimientos acompasados bajo un ruido de maquinaria atronador. La verdad es que el panorama así leído puede parecer desalentador pero tenía su encanto, muchos incluso echarán de menos aquella época porque para la mayoría supuso el inicio de una nueva vida y siempre que algo empieza la ilusión se instala de manera permanente hasta que se consigue
