¿Qué tendrán las bodas de otoño que me producen siempre una sensación de nostalgia? Dicen los entendidos que los cambios de temperatura provocan en nosotros cambios internos emocionales y en mi caso doy de fe de que es así. No puedo evitarlo, soy espíritu de verano así que cuando llega el otoño me viene esa especie de ‘morriña’ de la que tanto saben nuestras seguidoras gallegas. Ya os he comentado muchas veces que cada vez me gustan más las bodas en invierno, es cierto que tienen factores en contra y que normalmente el factor más importante suele estar relacionado con las bajas temperaturas pero yo soy de las que opina que todo tiene su parte buena así que si habéis decidido casaros en invierno, ¿por qué no disfrutar al cien por cien de todo lo que ello implica? Y cuando digo todo, me refiero también al tiempo. Si es cierto el dicho que dice que ‘boda lluviosa, boda dichosa’, ¿por qué entristecernos si llueve el día de nuestra boda? Hay que darle la vuelta, coger un paraguas o, todavía mejor, no cogerlo y salir a la calle rumbo a la iglesia o al lugar de la ceremonia con la mejor de nuestras sonrisas y dejando que la lluvia lo inunde todo. No importa que nos mojemos, al contrario, ¿no habéis probado nunca dejar que la lluvia os empape hasta calaros? Si no lo habéis hecho os lo recomiendo, es una sensación única, de libertad, de dejarse llevar, de sentir la naturaleza golpeando en forma de gotas sobre nuestro rostro y si lo hacéis acompañados de vuestra pareja la sensación todavía es mejor, se multiplica por diez. Cogeos de la mano y empezad a saltar charcos, os sentiréis como niños, nada importará alrededor, solo vosotros, la lluvia y vuestro amor. Os dejo con unas fotografías que seguro que os inspirarán a calzaros las botas de agua y salir corriendo.
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