A veces la vida te sorprende con segundas oportunidades, con gente maravillosa que se cruza en tu camino de una manera casual y acaba por convertirse en imprescindible, con músicas inolvidables y espacios espectaculares que agitan sentimientos y hacen que una se lance a vivir, a disfrutar y a sentir como nunca antes había imaginado. La boda de Natalia y David es en realidad la historia de una no-boda, algo que inicialmente iba a ser un puro trámite administrativo y que acabó convirtiéndose en un día único gracias a un grupo de música y a un espacio precioso. La Finca Prados Riveros, rodeada de bosque y vegetación y situada en plena naturaleza dentro del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, se convirtió en el lugar perfecto para disfrutar de una sencilla boda de campo llena de detalles. El lugar cuenta además con una pequeña casa típica de montaña en la que los novios pudieron alojarse todo el fin de semana junto a sus padres y sus hijos, vestirse allí todos juntos fue algo que siempre recordarán. Tanto Natalia como David querían una ceremonia sencilla y muy natural, después de 10 años de convivencia y con dos niños pequeños, entrar por separado no tenía mucho sentido así que, aunque una parte del camino lo hizo sola Natalia, luego se encontró con David y entraron juntos cogidos de la mano. Fue uno de los momentos más especiales de los muchos que hubo, como cuando uno de sus mejores amigos les dedicó unas preciosas palabras que emocionaron a todos los invitados.
La suya, tal como pretendían, no fue una boda al uso, ambos querían una gran fiesta en la que todos pudieran disfrutar de la manera más natural posible, no hubo entrega de ramo ni de novios ni tarta ni entrada ‘especial’ al banquete, se sentaron como el resto de invitados y el ramo lo guardó Natalia hasta el final para llevárselo a sus abuelos maternos ya fallecidos.
Todos coincidieron en afirmar que la boda era un fiel reflejo de la personalidad de los novios, sencilla y tremendamente espontánea. Natalia lució dos vestidos para su gran día, durante la ceremonia lució un romántico diseño de Ramón Herrerías con bordados sobre tul de plumeti y un gran lazo de terciopelo verde hierba que cerraba la cintura enmarcando una sensual espalda y para el momento de la fiesta se decantó por un modelo de Womance con flecos y de estética más festiva que le permitió abrir el baile a ritmo de tango junto a David. Aunque toda la boda fue organizada por ellos, de la decoración y detalles se encargó la propia finca, siguiendo en todo momento las pautas de los novios. Todo el banquete tuvo lugar al aire libre bajo la sombra de un gran tipi, con una cuidada puesta en escena de estética rústica donde las flores y la madera jugaron un papel destacado. Los novios querían que los invitados pudieran tomar bebidas desde el momento de la ceremonia, así que dispusieron en esa zona de una Vermutería con sangría y limonada fresca, una gran idea para aliviarse de las altas temperaturas de ese día y durante el cóctel, servido por Quilicuá, se decantaron por una gastronomía con pinceladas exóticas. Un bufet mejicano, otro asiático y una barra de cervezas del mundo, junto a otra de Pisco Sour y un carrito de helados artesanos, hicieron las delicias de los invitados. Y, como no podía ser de otra manera, disfrutaron de la música en directo de La Niña Vintage, esa música que les había llevado hasta allí haciéndoles vivir, casi sin imaginarlo, uno de los mejores días de su vida. ¡Toda la felicidad del mundo para ellos!
Fotografía: Te Creative Shot / Espacio: Finca Prados Riveros / Catering: Quilicuá / MUAH: Oui Novias / Vestidos: Ramón Herrerías (Blanco de Novia) y Womance / Flores: La Mandrágora / Joyas: Bárcena / Zapatos: Franjul / Música: High Volume Events y La Niña Vintage / Invitaciones: Save the Date Projects