Adrianne y Stephen tenían claro que querían celebrar su boda en Nuevo Mexico, la ciudad donde nacieron, a pesar de que ambos han vivido la mayor parte de su vida en California. También tenían claro que querían agasajar a sus invitados con la típica comida mexicana, ya que las comidas y reuniones con familiares y amigos habían sido muy importantes en su relación de pareja. Buscaban una boda divertida, sencilla, rústica y muy natural y lo consiguieron. Se casaron en una iglesia católica de estilo art-decó al norte de Albuquerque y luego se trasladaron a la Hacienda Vargas, donde les esperaba un exquisito almuerzo al aire libre, seguido de una gran fiesta al atardecer. La Hacienda Vargas fue todo un descubrimiento para ellos, ya que buscaban un lugar que reflejase la belleza natural de Nuevo Mexico y la Hacienda tiene un hermoso patio al aire libre con grandes árboles que en verano dan una sombra fresca y agradable. Durante el almuerzo se sirvieron todo tipo de variedades mexicanas: carnitas, frijoles, tortillas, salsas frescas, pimientos asados… y en lugar de pastel optaron por servir helados, una opción mucho más refrescante para el día tan caluroso que salió. Me ha gustado mucho la idea que tuvieron los novios para el almuerzo, ya que quisieron recrear la idea de un restaurante rústico al aire libre, por lo que los cubiertos eran de madera y las sillas de metal. Para la mantelería usaron papel de carnicero y en cada mesa colocaron varios lápices de colores para que los invitados pudieran crear sus propias obras de arte mientras comían, algunos incluso se atrevieron a escribir un poema. La nota de color la puso el centro de mesa, confeccionado con pequeñas latas plateadas llenas de mandarinas. La verdad es que adoro el colorido que respiran las bodas mexicanas y la alegría que transmiten todas las imágenes, muchos de nuestro seguidores lo saben porque nos siguen desde el otro lado del océano… a todos ellos va dedicado este post.

Fotografía: Twin Lens