Si os soy sincera no sé por dónde empezar a escribir esta boda que tuve la suerte de poder vivir durante unas horas en primera persona. Es especial por varios motivos, porque se celebró en la ciudad donde siempre he vivido, porque la novia es seguidora del blog, porque en la boda hubo algún detallito de UBO-shop pero, sobre todo, lo que la hace especial es la historia de amor de Alex y Anna. Anoche, después de leer el texto que Anna me había enviado explicándome todo lo referente a su boda me quedé unos segundos con la mirada fija y la mente en otra parte y es que todo lo hecho con amor se transmite aunque no hayas estado presente. Voy a intentar resumir en unas líneas lo que costó casi un año de preparación. En primer lugar la boda se celebró en septiembre porque este es un mes muy importante en la relación de Alex y Anna, en septiembre se conocieron, cuando Anna se fue a vivir durante un año a Londres, tres años después, también en septiembre Alex viajó hasta Miami, donde Anna estaba estudiando para decirle lo mucho que la había echado de menos, en el mes de septiembre del año siguiente Alex se presentó en Barcelona para formalizar la relación y un año más tarde, sí, en septiembre también, Anna se fue a Hamburgo a vivir con Alex. Por eso no podían casarse en otra fecha. El mar también era un elemento fundamental en sus vidas y el espacio que eligieron, no podía tener más encanto, el Donzella Beach Club, unos antiguos baños de toda la vida reconvertidos en la actualidad en un Beach Club de aire entre ibicenco y vintage que conserva todavía la decoración original. Un lugar mágico frente al mar. Los novios querían una boda informal, donde no existieran las mesas imperiales ni los sittings, donde la gente pudiera andar, pasear junto a la playa, descalzarse o sentarse en la arena. La ceremonia, oficiada por un amigo de los novios, se celebró en la playa, junto al mediterráneo y todos los invitados pudieron sentarse sobre cojines y telas repartidas por la arena. Tras el enlace y sin que nadie lo esperara irrumpió en la playa un grupo de Capoeira que puso la nota alegre al momento romántico y nostálgico del ‘sí quiero’. Toda la boda estuvo llena de detalles de temática marina en tonos azules y blancos, el Photobooth, el Árbol de los deseos, los indicadores de madera, las iniciales personalizadas, las pizarras, el rincón de los peques, pensaron en todo, incluso colocaron un mueble antiguo propiedad de la abuela de Anna donde dejaron los regalos para los invitados, unos abanicos de madera para el calor, pañuelos blancos para el frío, toallas por si los invitados querían bañarse en el mar y postales y CD’s de recuerdo. Realmente fue una auténtica boda DIY ya que todo lo hicieron los novios y familiares, incluso la decoración floral, realizada por la tía de la novia, Imma Ayza. Hay dos cosas que me gustaron especialmente: la primera un rincón especial dedicado a todos aquellos familiares y amigos que ya no estaban pero que debían estar presentes en la boda de una forma u otra. En su memoria forraron una columna con fotografías en blanco y negro de los ausentes y las colgaron en una cuerda de rafia con pinzas de madera, un detalle precioso y la segunda, esta más divertida, la decoración de los lavabos, con divertidas fotografías de todos los invitados junto a una taza de WC, que meses atrás la novia se había encargado de recoger. El catering fue obra de Can Comas, muy conocidos en la zona, que sirvió un impresionante Flying Buffet con cocina en directo y un grill gigante dirigido por un Chef que hizo las delicias de los asistentes. Tras la cena empezó la fiesta posterior amenizada por un grupo de jazz en directo, Muñeca de Trapo y, como broche final, todos los invitados volvieron a la playa para soltar un montón de globos luminosos que se perdieron en el horizonte con el deseo de felicidad para Alex y Anna, los protagonistas de un amor de película.
Fotografía: Joan Tudó y UBO