Hoy he querido recuperar una boda que en su día me gustó mucho por dos motivos, el vestido de la novia y la decoración. Empezaré por el primero, un vestido de inspiración años 50 con lentejuelas blancas y pequeños volantes en las mangas, un detalle precioso que le da un aire todavía más chic a la novia. El peinado me ha parecido perfecto y muy acertado con el estilo del vestido, un semi-recogido con ondas al agua sujeto por un broche antiguo del que sale un velo de tul. Este tipo de peinados es muy cómodo si lo que queréis es cambiar de look de forma rápida y fácil a la hora de la fiesta, ya que permite soltarse la melena prácticamente sin despeinarse. Por otro lado, los labios rojos rompen un poco con la inocencia en la estética de la novia (tez blanca, cabello rubio y ojos azules), haciendo un guiño a la sensualidad de su lado más sexy, no creéis? El otro punto que llamó mi atención, como os comentaba, es la decoración. Ese juego de luces que dan las bombillas colgadas a diferentes alturas desde unas ramas de árbol. Vistas desde el interior dan un ambiente cálido y acogedor, pese a celebrarse el enlace en el interior de una carpa y eso lo favorece el hecho de que la carpa sea totalmente transparente, por lo que da la sensación de estar realmente en medio de un jardín. Además de las bombillas, que le dan un aire más industrial, estas se han combinado con diferentes farolas de distintos materiales en cuyo interior hay velas encendidas, igual que en los centros de mesa que combinan flores con velas. Las farolas también cuelgan de las ramas de árbol, por lo que la mezcla de luz eléctrica y luz natural acentúa todavía más el mágico ambiente que se respira. Es curioso comprobar que después de haber transcurrido ya varios años desde que publiqué esta boda, todavía siga siendo tendencia tanto en la decoración como en el estilismo nupcial, lo que corrobora mi teoría de que cuando algo es realmente bonito lo será también a través del tiempo. Que disfrutéis de la boda!