Se acerca una de mis épocas preferidas del año, las navidades. Unas fechas que siempre he relacionado con el circo porque era cuando solía visitarlo cuando era niña. Recuerdo esa ilusión reflejada en las caras de los niños, esa magia, ese arte, ese corazón encogido cuando algún número parecía imposible, los aplausos cuando todo salía bien y las risas a carcajadas provocadas por los payasos. Podéis imaginar la ilusión que sentí cuando recibí las fotografías de este precioso editorial coordinado por Pilar Gruas de Nubes de Algodón Events y el equipo de The Camera Obscura. Más todavía cuando descubrí que el escenario donde todo se desarrollaba era el GranCirco Raluy, el primer circo al que llevé a mis hijos, un circo muy especial para mí que intento visitar con ellos cada navidad, como lo hacían mis padres conmigo. Un espacio cargado de historia y de historias, donde nunca se dejan de vivir emociones, tal y como sucede también en las bodas. El Circo Raluy es un circo histórico donde todo su entorno nos transporta a principios del Siglo XX, donde sus colores y su decoración nos permite volar y disfrutar creando escenarios únicos para un día inolvidable. Porque… ¿puede haber boda más mágica que la celebrada en un circo? Todo empieza cuando una pareja de enamorados se acerca a las puertas de un circo itinerante, deciden entrar y recorrer ese lugar tan especial hasta llegar a uno de los vagones-camerino, donde ella se prueba el vestido de boda, un increíble diseño de Ana Faustino, femenino y tremendamente sensual creado en exclusiva para la ocasión. Juntos se dirigen a la pista central del circo, ella le sorprende con un espectáculo privado con el aro aéreo, es Niedziela Raluy, nieta del fundador del circo que sorprende a su enamorado con movimientos sutiles y elegantes. Él la mira absorto por su belleza. Tras el espectáculo, se dan el ‘sí quiero’ bajo la gran carpa, intercambiando sus alianzas y jurándose amor eterno envueltos en fuegos fríos. Salen de la carpa rebosantes de felicidad bajo una lluvia de confetti y se dirigen a una mesa para dos decorada en tonalidades rosas, verdes y granates siguiendo la estética visual del exterior del circo. El mobiliario y el menaje, acompañado de centros de flor seca y natural, sigue la misma paleta de colores que se amplía con ocres, metales y dorados en la mesa dulce, donde los enamorados juegan divertidos y brindan por su felicidad rodeados de burbujas de amor. Cuando anochece se dirigen a su vagón, pero antes se sientan en los peldaños de la pequeña escalera y observan juntos el horizonte que se abre ante sus ojos, un camino que, como el del circo, les llenará de aventuras y de magia convirtiendo cada paso en una ilusión.