Hacía tiempo que quería agradecer de alguna forma toda la labor que los sanitarios de nuestro país han hecho, no sólo durante la pandemia, sino siempre porque toda su vida profesional es puro servicio hacia los demás. Pocos sectores son tan bondadosos y desinteresados como el de la salud, personas que ponen todo su esfuerzo, corazón, dedicación y conocimiento en manos de la ciencia con el objetivo principal de salvar vidas, nuestras vidas. Por eso, antes de acabar un año tan difícil como ha sido este 2020 para todos nosotros no podía dejar de publicar una boda llena de esperanza y de ilusión, la de dos médicos que decidieron casarse en plena pandemia luchando desde dentro y también desde fuera para conseguir su sueño. La historia comienza cuando un gaditano decide hacerse cirujano en Madrid y una joven madrileña decide hacer lo mismo unos años después. Así nos lo cuenta la propia novia, Maday: ‘Tras los 5 años de formación de Enrique en el Hospital Clínico se fue a trabajar a otros hospitales, momento en el que yo comencé mi formación en ese mismo hospital, así, sin cruzarnos, sin ninguno saber de la existencia del otro. Tres 3 años después él volvió y de repente por las mañanas, cuando estaba de guardia, me cruzaba con él, cirujano cardíaco, alto, con sus ojos azules, su paso desgarbado, su sonrisa y sus buenos días. Yo le apartaba la mirada de nervios y así poco a poco nos fuimos saludando y hablando una frase, dos… Hasta que me tocó pasar por sus quirófanos como parte de mi formación. En una cirugía trató de impresionarme poniéndose chulito. Menudo ‘fantasma’ pensé, pero poco a poco su gracia del sur y su mirada me fue conquistando y seguimos saludándonos por los pasillos durante meses. Así hasta una fiesta de navidad del hospital en la que pensando cada uno que el otro era inalcanzable Enrique se sinceró y yo le besé’. Unos meses después, Enrique y Maday se fueron a vivir juntos y así estuvieron hasta que Enrique decidió pedirle a Maday que se casara con él, hincando rodilla en su restaurante favorito. La respuesta de Maday fue un SÍ rotundo. Esas navidades fueron a Cádiz, la tierra natal de Enrique, y allí en un precioso atardecer en la playa de Sancti Petri decidieron que ese sería el lugar perfecto para casarse. ‘Elegimos el 20 de junio de 2020 a las 19.30h para compartir el atardecer más bonito del mundo junto con nuestros seres queridos. Habíamos repasado videos de la música, dado mil vueltas al menú, a los invitados, nos sabíamos todo de memoria… Pero el destino decidió que viniera una pandemia. En marzo de 2020 nadie, ni siquiera nosotros trabajando en hospitales de Madrid y viendo diariamente el horror que estaba ocurriendo, pensábamos que esto duraría tanto como para no poder hacer una boda normal en junio. Pero poco a poco todas las ilusiones se fueron desvaneciendo, hasta que en mayo y con todas las invitaciones sin entregar y en casa desde principios de marzo, decidimos aplazar la boda ante la imposibilidad siquiera de salir de Madrid por el confinamiento que ya se hacía insoportable’. Varias fechas rondaron por la mente de la pareja pero no querían aplazarla mucho, así que se decidieron por el mes de septiembre. Pero a finales de agosto otra vez las cosas volvieron a torcerse. ‘Pasamos miedo, mucho miedo e incertidumbre ante las noticias en prensa de un posible nuevo confinamiento y los cambios de normas diarios. Rondaba constantemente por nuestra mente la probable posibilidad de tener que volver a aplazar de nuevo la boda sin fecha futura. Pero teníamos mucha ilusión y seguimos adelante. A una semana tuvimos que cambiar el grupo de la ceremonia, la hora de la boda (ya no coincidiría con el atardecer) y mil cambios más, pero finalmente llegó el momento de recoger mi vestido, de coger el coche y plantarnos en Cádiz y ya nada podía parar nuestra alegría. Hubo cancelaciones de invitados, bastantes, pero al final quien quiso estaba y estaban los importantes’, cuenta Maday. Los que les acompañaron lo vivieron como unas mini-vacaciones, un respiro en medio de un año incierto. Hicieron una pre-boda preciosa, esta vez sí al atardecer, en el chiringuito de la playa del Hotel Barrosa Palace y una emotiva boda al día siguiente en la playa oficiada por un amigo y maestro de la pareja, el Doctor Rodrigo Rial, acompañados de comparsas que cantaron coplas del carnaval gaditano. El cóctel se celebró en la piscina, al aire libre, con música en directo y todas las medidas adaptadas por la pandemia y el banquete tuvo lugar en el salón de gala del hotel al que la pareja entró a ritmo de Sweet Caroline para, tras la cena, iniciar el baile con Unchained Melody, de la película Ghost, con una coreografía que ambos habían estado ensayando en sus meses de confinamiento. Fue mágico comprobar que por fin el sueño se había cumplido… ‘A día de hoy creo que no pudo ser más perfecto, nos hubiera gustado bailar más, sí, pero fue PERFECTO en todo, el entorno, los proveedores, los invitados… FUE LA BODA DE NUESTROS SUEÑOS’. ¡Gracias Enrique y Maday!
Fotografía: Jesús Hernández Fotógrafo / Vídeo: Jesmadron Bodas / Espacio: Hotel Barrosa Palace / Vestido novia: Laura Escribano Atelier / MUAH: José Carlos Lora de Oui Novias Sevilla / Ramo y decoración floral: Floristería Artemisa / Zapatos: Lupe Ramos / Traje novio: Hugo Boss y Camiseria Burgos / Gemelos: Montblanc / Corbata: De su padre y de su madre / Zapatos: Bow Tie / Música: Javi Valle (saxo), José Ruiz (DJ), El Pellejo, Con T de Arte y Superagente 86 Music (grupo)