La boda de Chiara y Gionata es una de esas bodas sencillas, tremendamente naturales, que transmiten amor y armonía desde la primera imagen. Me gusta especialmente porque es una boda de tres y me recuerda a la mía propia, en la que también nos acompañaron nuestros dos hijos y precisamente por ello fue mágica y especial. En este caso, es Gregorio, su único hijo, el que acompaña a la pareja. Los dos tenían muy claro las prioridades en su boda, no querían centrarse en las flores o en la decoración, prefirieron hacerlo en su hijo, sus amigos y familiares más cercanos, prescindiendo de lo superficial y centrándose en lo esencial. Para ello alquilaron una preciosa villa privada, situada en el corazón del campo de la Toscana, donde tuvo lugar una sencilla recepción. Antes se habían dado el ‘sí quiero’ en una pequeña iglesia de pueblo, ubicada en una placita típica italiana rodeada de casitas de piedra y suelos adoquinados. Me emociona la imagen de los tres entrando al templo y vuelve a recordarme a mi boda, cuando mi hijo mayor decía que nos habíamos casado los cuatro ese día. A la salida de la iglesia una lluvia de confetti recibió a los novios y tras un paseo a bordo de un camión descapotado y unas fotos muy tiernas en el campo al atardecer, la recién estrenada familia se unió a sus invitados para celebrar el día más bonito de sus vidas. Una velada especial que demuestra que en ocasiones no es necesario un gran presupuesto para hacer inolvidable una boda.
Fotografía: Elisabetta Riccio