Últimamente no dejo de encontrarme con parejas donde uno de los dos no es español y la verdad es que es algo que me gusta porque soy de las que piensa que la mezcla de culturas y de idiomas enriquece muchísimo, no sólo a la pareja sino también a los amigos, a la familia y más adelante a los hijos. El caso de hoy es uno de ellos aunque Irene e Iván sí que comparten el mismo idioma. Ella es de Costa Rica y él malagueño y se conocieron en Estados Unidos, donde Iván estaba estudiando un Máster. Tras meses de viajes, reencuentros y despedidas, decidieron casarse y venirse a vivir a Madrid, así que para la boda tuvieron que movilizar a toda la familia de Irene desde Costa Rica, sin duda una experiencia inolvidable para todos y una mezcla de culturas que más adelante, en la ceremonia, daría paso a un alegre carnaval lleno de música, máscaras y colores, una costumbre muy típica de las bodas en Costa Rica y otros países de Latinoamérica en la que celebran por todo lo alto la unión de dos personas. Los dos son bastante clásicos por lo que siempre habían soñado con una boda muy romántica, con el color blanco como protagonista. La pedida ya fue de lo más especial y tuvo lugar un año antes frente al castillo de Eilean Donan, en Escocia, con anillo de Tiffany incluido. Irene lució un precioso modelo de Pronovias con pendientes de Swarovski y zapatos de Purificación García, Iván se decidió por Fuentecapala. El ramo de la novia se confeccionó con fresias blancas, una flor que despide un olor muy dulce y delicado. La ceremonia se celebró en La Iglesia del Sagrado Corazón de Málaga y la cena y fiesta posterior en la Hacienda del Álamo. La verdad es que fue una boda con mucho DIY, donde los novios elaboraron juntos muchos de los detalles, incluso Iván se aventuró y sorprendió a Irene con un árbol de los deseos que realizó unos días antes de la boda con la ayuda de su padre. La tarta también fue elaborada entre Irene, su madre y su hermana y se inspiró en un modelo de Cakes Haute Couture que le había robado el corazón a Irene pero que por cuestiones de logística no pudo conseguir, así que se pusieron las tres manos a la obra y crearon una preciosa tarta de boda con flores blancas de ranúnculo y hortensias. Tras la tarta, se dio paso a la fiesta final, que como ya os he comentado antes, se transformó en un gran Carnaval con máscaras traídas expresamente por la madre de la novia desde Costa Rica, donde todos rieron y bailaron sin descanso hasta el amanecer.
Fotografía: Boda Creativa