Lo primero que llamó mi atención de esta boda fue, sin lugar a dudas, la novia. El color de su pelo, su sonrisa y su naturalidad a la hora de posar dio lugar a un reportaje precioso como veréis a continuación. La pareja se casó en Melross, una finca situada en Kangaroo Valley (Australia), aunque la boda tuvo reminiscencias escocesas, por ser Escocia la tierra natal del novio. Todos los detalles, tanto el estilismo de la novia con su vestido de alta costura como sus damas de honor, luciendo guantes cortos y unos preciosos neceseres rígidos, recuerdan los maravillosos años 50, aquella época del ‘Avón llama a su puerta’ o de series que mostraban el sueño americano. La verdad es que cada vez me gustan más los vestidos de novia cortos, en este caso la vaporosa falda de tul junto con la blonda de la parte superior del vestido le da a Kate un aire todavía más chic que contrasta sutilmente con el look algo más desenfadado de los testigos del novio. Toda la decoración sigue la misma línea de inspiración, las cortinas caladas del fondo de ceremonia, las fotografías antiguas en blanco y negro o la máquina de escribir tan típica de aquella época. La zona de jardín, destinada al aperitivo, se decoró con grandes globos de luz de papel de arroz en tonalidades naranjas y malvas y gracias a la carpa transparente consiguieron que los invitados tuvieran la sensación de estar cenando al aire libre. En el interior de la carpa, iluminada por pequeñas lucecitas de verbena, se colocaron grandes mesas imperiales cubiertas con mantelería confeccionada en tela de arpillera y presididas por enormes candelabros plateados combinados con elementos más rústicos, como pequeños recipientes de cristal decorados con flores. Las sillas de madera, que me recuerdan las que había antiguamente en algunas cafeterías, completan la decoración otorgando a la estancia un aire campestre y desenfadado. Y mención especial para las fotos en el granero… Ya sabéis que siento debilidad por las alpacas!
Fotografía: Julian Beattie