Últimamente me estoy dando cuenta de que a medida que cumplo años, cada vez me gusta más lo sencillo y lo natural. Huyo de aglomeraciones, de banalidades, de excesos y busco la tranquilidad mental, física y también estética. A veces todavía tengo algún ramalazo de locura transitoria y me siento atraída por el otro extremo, pero cada vez son menos las veces y más las ocasiones para buscar la calma. En bodas, quizás porque la tendencia estos últimos años también ha sido la de buscar lo natural y lo slow, me sucede exactamente igual. Me atrapan las bodas sencillas, sin pretensiones, con pocos invitados pero los realmente importantes, con un catering sencillo, un vestido ligero y dos novios enamorados a los que sólo les basta lo esencial, su amor. Por eso me fijé en la boda de hoy porque transmite todos esos valores. Julia y Jeffrey decidieron hacer una boda íntima de tan sólo 19 invitados en un entorno natural precioso, el Parque Nacional de Sequoia. Buscaron una zona tranquila en un bosque rodeado de árboles enormes y junto a sus invitados vivieron el día más importante de sus vidas. El hecho de decantarse por una boda tan íntima les permitió disfrutar mucho más de sus invitados, haciéndoles partícipes de toda la boda, sobre todo durante el momento de la ceremonia. El hermano de Julia leyó uno de sus libros favoritos, su padre recitó un poema precioso y cada uno de sus amigos y familiares compartieron historias y anécdotas de los novios. Ellos mismos confeccionaron todas las invitaciones, prepararon los regalos para los invitados e incluso diseñaron sus propias alianzas. El catering se sirvió en una zona de pic-nic al aire libre en el mismo parque, cubrieron de mantas todo el espacio y empezaron a sacar suculentos manjares artesanos traídos por los propios novios, además de una tarta de boda que Julia encargó en su pastelería preferida de Nueva York y que coronó con un par de originales nutrias de fieltro como cake topper. Todos los invitados llevaban sus cestas de pic-nic y una ardilla decidió acudir también a la cita, pero la anécdota más curiosa fue la visita de un pequeño cachorro de oso que se subió a un tronco cercano a tomar el sol durante la ceremonia, fue un momento algo tenso pero tremendamente hermoso al mismo tiempo, una imagen que resume perfectamente todo lo que os comentaba al principio, la belleza de la sencillez…