Para Natasha y Ramon, sin duda, el lugar perfecto para llevar a cabo su principal objetivo, una cena íntima que nadie olvidase.
Los dos tienen trabajos relacionados con el mundo de la hostelería y el vino así que la parte gastronómica era un elemento fundamental en su boda. Querían hacer una cena increíble, beber buen vino y ofrecer una gran fiesta a sus familiares y amigos que siempre recordasen. La ceremonia, enmarcada por un precioso arco de flores fue íntima y llena de pequeños detalles y, en el mismo recinto, se celebró la cena posterior, con grandes mesas alargadas de madera, sin mantel y decoradas con unos sencillos centros de mesa con flores y velas, consiguiendo un ambiente todavía más íntimo y de gran calidez. A pesar de lo aparentemente ‘exagerado’ de la decoración, los novios supieron transmitir su naturalidad desde el primer momento, el vestido de Natasha era el fiel reflejo de su personalidad, una sencilla falda de vuelo plisada con un cuerpo de encaje, sobre el que destacaba el ramo de novia en tonos granates y otoñales decorado con un gran lazo de terciopelo violeta. Si algo tuvieron claro desde el principio es que no iban a hacer según qué cosas por el simple hecho de ser tradición en una boda, no querían discursos, tampoco pastel de bodas, sólo pretendían ser ellos mismos y compartir el día más feliz de su vida con sus personas más queridas. Y realmente lo consiguieron.
Fotografía: Peppermint Photography / Espacio: Vieille Branche / Flores: Wild at Heart / Maquillaje y peluquería: Elizabeth Crossley / Vestido: Self Portrait