La protagonista del post de hoy no es la típica novia al uso, de entrada porque nunca pensó en casarse. Pero el destino es caprichoso y un día, al cumplir los 24 años, una fotografía que vio en una revista de bodas le despertó el gusanillo, se trataba de una decoración de boda con tarros de cristal convertidos en lámparas y colgados en un árbol a diferentes alturas.  Esa idea, junto con la de celebrar su fiesta en un granero, le acompañó hasta que encontró al hombre de su vida. Él tampoco era el típico novio al uso, así que decidieron organizar su boda según sus gustos e ideas y, además, hacérsela ellos mismos. La búsqueda del espacio no fue fácil, tras mucho buscar en internet, finalmente dieron con un antiguo granero muy pintoresco que tenía además una capilla, el sitio ideal para los dos. Quizás lo que más pudo llamar la atención entre los invitados fue el color elegido por la novia para su vestido, en negro. Este año precisamente hemos podido ver varios modelos de traje de novia en ese color, en gran parte gracias a los diseños de Rosa Clará, pero todavía hay gente que no lo tiene tan claro eso de llevar un vestido nupcial que no sea blanco. Otro ‘capricho’ de la novia fue que su anillo de compromiso fuese un zafiro, en lugar del típico diamante, además con él ya tenía su ‘algo azul’. Lamentablemente la abuela de la novia perdió su batalla ante el cáncer unos días antes de la boda, por eso quisieron tenerla presente y en un momento del enlace todos los invitados soltaron globos hacia el cielo en su memoria. Fue el momento más emotivo. Pero a pesar de la fiesta, de los invitados, de la familia y de todo lo que les rodeaba, cuando le preguntaron a la novia cual fue su momento preferido, no lo dudó, fue cuando fuera de la vista de todos, ella y su nuevo marido se sentaron unos minutos en un banco situado detrás del granero y, con las manos unidas, miraron juntos hacia las estrellas. ¿No os parece romántico?

Fotografía: Crystal Clear Imagery