Casarse en pleno diciembre a algunos les puede parecer una locura pero ya sabéis que para mí es de las cosas más románticas que existen. Eso debieron pensar también María y Jordi cuando decidieron casarse el pasado mes de diciembre. Su sueño era tener una boda íntima que reflejara sus vidas, su día a día y su naturalidad, una boda de aire vintage con un toque rústico y así fue como el sueño se hizo realidad. No hay nada que me guste más que las bodas sencillas, las que respiran calma, tranquilidad y bienestar, ese tipo de bodas que dan calor y que hacen que uno se sienta como en casa. El lugar elegido por los novios fue La Vinyassa, una finca rural preciosa situada en las faldas del Montseny, el espacio perfecto rodeado de madera y de naturaleza. María lució un bonito vestido de plumeti y encaje de L’Arca con unas botas altas de diseño vintage y un ramo realizado por Mireia Abras, que respiraba la sencillez que la novia quería mostrar. Toda la decoración se basó en la combinación de elementos rústicos y naturales, utilizando flores típicas de la época invernal como el eucalipto, el abeto o el muérdago, con toques silvestres, bovinas y cajas de madera, cestas rústicas de mimbre, barreños de zinc y botellitas de cristal. Pese a ser invierno, ese día lució un sol radiante y la ceremonia pudo celebrarse en el exterior, bajo el verde de los árboles y con un manto de hojas secas que parecían expresamente colocadas para la ocasión. La madera jugó un papel fundamental ya que se utilizaron troncos de árbol como bajo platos y también para la numeración de las mesas, todas ellas alargadas en lugar de redondas y con una divertida combinación de sillas que conseguía destacar todavía más si cabe ese aire rústico e informal. Como punto final todos los invitados pudieron disfrutar de un Hot Chocolate Bar durante la recena y el baile, junto al que no faltaron las mantitas de lana por si alguno quería bailar a la luz de la luna.
